Capítulo 3




Horas después, me habían depilado las cejas, cortado el cabello, maquillado, comprado una cantidad exagerada de vestidos y sandalias, junto a lentes de sol, sombreros y bolsos a juego. Era su Barbie de carne y hueso.

—¡Oh Dios! Te ves hermosa. —pronunció Ash, cubriéndose la boca con las manos. Giré los ojos. No iba a guardarme mi reacción esta vez.

—Nathan va a flipar cuando te vea. —comentó Lara. Fruncí el ceño. ¿Qué carajos hacía Nathan en esta conversación?

—¿Qué hiciste, Ashlee? —gruñí disgustada. Debí suponer que había un plan más grande detrás de todo este esfuerzo por “hacerme encajar”.

—No sé qué hablas. —esquivó la mirada, pero vi la sonrisa de complicidad que compartió con su cuñada.

—Ashlee Smith ¿dime de qué se trata todo eso? —reñí.

—Cielos, Claire. El hombre es sexy, millonario, educado y gentil. No podía presentarle a mi hermosa prima luciendo jeans rotos, Vans y una camiseta de calavera —admitió al fin.

—¡Vaya! No sabía que te avergonzaras tanto de mí. —me levanté de la silla del salón de belleza, donde me habían recluido por horas, y la dejé ahí, con su sequito de muñecas de porcelana.

—¡Claire, espera! —gritó detrás de mí, pero estaba muy furiosa para detenerme y mucho más para escuchar lo que tenía para decir. Ella había planeado esto desde el minuto uno, manipulándome con su tonto mohín y sus ojitos tristes.

Caminé tan deprisa, y estaba tan furiosa con Ash, que fui a parar al interior de un baño, no supe ni cómo. Apoyé mis manos en la encimera de granito frente a los lavabos y levanté la mirada hacia el espejo, desconociendo el reflejo que éste me devolvía.

Mi cabello cenizo había sido cortado hasta mis hombros y lucía brillante, contrastando con mis ojos caramelo, perfectamente enmarcados debajo de mis cejas en arco. Mis pestañas parecían dos veces más largas, después de un par de capas de rímel que les habían aplicado. Sí, las conté. Un poco de color en mis párpados, pómulos y labios, realzó mis facciones, haciendo lucir mis pómulos altos y mis labios esponjosos. Y hasta el bendito vestido de flores se amoldaba a mi figura, destacando mis grandes pechos y la curva pronunciada que marcaba mi cintura hasta perderse en mis caderas anchas. 

Una punzada de culpa atravesó mi estómago. Si bien Ash tenía segundas intenciones, sus motivos no eran egoístas. Solo intentaba demostrarme que había más de mí debajo de toda esa ropa holgada y de mi cabello recogido en un moño desordenado. Seguía siendo yo, pero más… femenina.

—No me avergüenzo de ti, Claire. —dijo Ash, encontrándome en el baño. La miré por el espejo y asentí. Lo había entendido.

—Pudiste decirme. —recriminé sin sonar demasiado agreste.

—Lo sé, pero es que eres demasiado testaruda. En eso, eres igual a mi tío Ethan. Traté de convencerlo de venir, pero ni Dios bajado del cielo mueve a ese hombre de su sofá. —bromeó.

—Ni que lo digas. —sonreí. Tenía razón.

—Entonces… ¿estás dispuesta a conocer a Nathan? —preguntó deteniéndose a mi lado.

—¿Tengo opción? Me emparejaste con él en tu boda ¿no?

—Umm, sí. Pero… —titubeó.

—¿Pero?

—Caleb y yo les preparamos una cita a ciegas. —se encogió de hombros, esperando mi retahíla de insultos, pero cuál fue su sorpresa cuando escuchó que solo dije «bien». No debía ser tan malo eso de tener una cita con un sexy hombre con el que caminaría en un par de días al altar


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