Capítulo 5



—¡Ya viene! —gritó Lara, emocionada. ¿A qué se debía tanto alboroto? No entendía. Si Nathan era todo lo que ellas decían, ¿por qué no había ninguna mujer con él en este viaje? Además, ¿por qué no estaban ellas tomando tragos con algún sexy modelo o algo así? Eran sexys, hermosas y parecían estar disponibles.

Abrí mi boca para hacer la pregunta, pero dos toques a la puerta anunciaron la llegada del mentado Nathan Green.

—¿Qué esperas? Ve a abrirle. —dijo Ashlee.

Caminé lento hasta la puerta, maniobrando con las sandalias de suela corrida que me obligó a usar mi prima, y abrí la puerta. Un hombre alto, de ojos marrones, barba tipo candado y labios rojos y carnosos estaba delante de mí. Vestía una camisa sin corbata, jeans y zapatos casuales. Era hermoso, demasiado perfecto para ser real, y estaba ahí por mí, para tener una cita conmigo.

—Hola, tú debes ser Claire. —Esa voz. Dios bendito. Sonó a peligro. Era gruesa, varonil y fuerte como sus manos. Él me miró y juro que sentí que estaba desnuda. Había algo en la forma en que sus ojos me exploraron que me hicieron sentir… deseada.

—Hola, sí. Nathan ¿no? —¿Pero qué dije? No estaba en mis cabales. O sí, era justo la Claire torpe y nerviosa que siempre era.

—¿Nos vamos? —Flexionó su brazo izquierdo para que pusiera mi mano en él, pero estaba demasiado perturbada para dar un paso al frente—. Lo siento, fue grosero de mi parte abordarte de esta forma. ¿Quieres ir a cenar conmigo?

¿Qué si quiero? Oh, claro que sí. En mi mente estamos casados, vivimos en una isla solitaria y follamos como posesos.

—Eh, sí. —Dos palabras. Bien. Eso era mejor que nada.

—Pásenla bien, chicos. —alentó Ashlee desde el interior de la habitación. ¿Qué podía ser más humillante que eso? ¡Ah, sí! Que mi pie se doblara cuando intenté caminar hacia Nathan y que me atrapara entre sus brazos para no caer contra el suelo.

—Te tengo. —dijo sosteniéndome con sus fuertes brazos. Intenté contener el aliento para no embrujarme con su fragancia, pero se me hizo imposible. Ya formaba parte del embrujo de su aroma, de la calidez que provenía de su cuerpo… de esos ojos que de cerca eran una mezcla del color dorado el whisky con un poco de verdor esmeralda.

—G-gracias. —farfullé con torpeza.

Minutos después, caminaba junto a Nathan por el pasillo, dominando, para mi sorpresa, los benditos tacones. Claro, su fuerte brazo me estaba sirviendo de soporte y facilitaba la tarea. De pronto, se detuvo delante de la puerta de una habitación cercana a mi suite y metió su tarjeta llave en la ranura para abrirla. No entendía. ¿Para qué entraríamos en su habitación?

—Ahorrémonos todo eso de la cena incómoda y las conversaciones insustanciales. —dijo mientras me guiaba al interior de la suite.

—Espera. ¿Qué? —grité, apartándome de él de forma brusca.

—¿Crees que no sé lo que está pasando aquí? Este es otro estúpido intento de Caleb por “emparejarme”, pero al final nunca funciona. Todas se alejan cuando descubren lo que soy.

—¿De qué hablas? No lo entiendo. —musité confundida. Si él era gentil como Ash dijo, entonces se confundió de hombre cuando lo describió.

—Esto, la cita. Es una farsa, Claire. Tú no quieres esto, solo lo haces porque tu prima te lo pidió. ¿O no es así? —Bueno, sí, pero no me molestaba la idea de cenar con un atractivo hombre como él. Aunque, con esa actitud de mierda, lo único que quería era dar la vuelta y dejarlo solo en su jodida suite.

—¿Qué quisiste decir con “lo que soy”? —Mi curiosidad pudo más que mi orgullo.

Nathan sacudió la cabeza y me dio la espalda. El hombre evidentemente estaba jodido y no tenía ni idea de en cuantas formas. A ver ¿qué tan infeliz e inseguro puede ser un tipo como él? Con esa pinta sexy y varonil, y esa voz de dios del trueno, no debería necesitar ayuda para ser “emparejado”. Mucho menos para que las mujeres huyeran de él.

—Cuando tenía dieciocho años, tuve un accidente de auto en una carrera benéfica. El auto se incendió y sufrí quemaduras de segundo y tercer grado. Estuve por meses en recuperación y terminé con un montón de injertos en mi piel que no son nada bonitos de ver.  

Mi corazón se sacudió. A eso se refería, se veía a sí mismo como un monstruo. Peor aún, lo habían despreciado por ello. Pero él no me conocía, no podía pensar que huiría de la misma forma que las demás lo hicieron. Me estaba metiendo en la misma bolsa sin siquiera intentar conocerme. ¿Merecía entonces que le diera una oportunidad? Tal vez no, pero una parte de mí decía que hablaba el miedo al rechazo y no él, así que quise intentar algo.

—Hace diez horas, lucía muy diferente a lo que ves ahora. Jeans rotos, Vans y camiseta negra fue mi atuendo para volar desde Wisconsin. Esto del maquillaje, el vestido, este pelo arreglado y los estúpidos tacones, fueron idea de Ash. Quería que estuviera presentable para ti, pero no soy yo. Me siento bien con mis Vans y jeans gastados, con mis moños descuidados y mis cejas pobladas —Una risita nerviosa se escapó de mis labios—. ¿Qué dices, Nathan? ¿Quieres tener una cena incómoda conmigo y conversaciones insustanciales que nos harán perder el tiempo?

Él se giró y encontró mis ojos. Había un brillo especial en su mirada que no vi cuando fue por mí a la habitación. Mi discurso no fue inspirador ni nada parecido, pero tocó su corazón o algo así.   

—Me gusta tu vestido. —comentó, mirándome de arriba abajo. Me sonrojé. El hombre era sexy, el tipo más atractivo y varonil que había conocido. Quería rodear su torso con mis piernas y besarlo sin sentido hasta el amanecer. Y, mierda, no había tenido esos pensamientos desde hacía mucho, mucho tiempo.

—Sí, es bonito, pero no me define. Igual que a ti no te definen tus cicatrices.

—No dirías lo mismo si las vieras. —dijo con un bufido.

—Pruébame. —Nathan abrió sus ojos como una lechuza en la oscuridad y dio un paso atrás.

Mierda. Crucé una línea prohibida. ¿Qué carajo pasa conmigo?


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